Cuando el tomate y el fútbol son parte de la misma ensalada

Por Luis Manuel Fuentes

Fútbol, pasión de multitudes, que nos alegra en el triunfo y entristece en la derrota, demuestra que Chile es un país donde el empresario aborda su actividad como un vendedor callejero más, para quien un proceso de largo plazo es, con suerte, cinco años. Esta dramática realidad también contagió al deporte que más que un sentimiento es una pasión, como dice una conspicua barra brava.

Desde que los equipos chilenos se transformaron en sociedades anónimas, el neo-liberalismo se apropió del camarín y la gran batalla librada a fines de los años ´70 entre afiebrados lectores de “El trabajo enajenado” de Marx y los engominados cultores de “La economía monetarista” de Friedman respecto de la condición humana del jugador, se zanjó sin que nadie reparara en el hecho. Hoy, el jugador es un producto, cotizable, transable y desechable. Perdió Karl.

La Universidad de Chile, equipo de fútbol que no es de la Universidad de Chile, es una muestra que entre un tomate y un jugador de fútbol existe una brecha tan pequeña, a pesar de lo aparente, como la cantidad de cromosomas que poseen un ser humano y un mono. Si no me cree, vea cuándo se saca el tomate de la mata y cuándo un jugador medianamente hábil es transferido a un equipo europeo. Ambos son vendidos cuando están verdes, son insípidos y sin el tratamiento adecuado resultan un fiasco. Pregúntele a quien haya comprado tomates “de guarda” o siga la “carrera” de Eduardo Vargas en Italia.

Ahora, somos involuntarios testigos de cómo Junior Fernández, cual tomate verde, fue sacado de la mata en un patético estado de inmadurez que esperamos pueda superar con éxito, tomando en cuenta que se trata de un muchacho con una infancia carente en lo económico y en lo afectivo pero, sobre todo, en lo formativo. Él llegará a Alemania. ¿Alguien se preguntó si psicológicamente está preparado para salir de Tocopilla para recalar en Leverkusen y las exigencias de la cultura germana? Su breve escala de seis meses en Santiago, ciertamente, no lo asegura.

De paso, en lo deportivo, la venta apresurada de sus mejores elementos conspira contra la consolidación del equipo y su desempeño a futuro. Nuevamente, nos encontramos con la visión de mercachifle que pasa por sobre lo que tiene por delante con tal de alcanzar su meta mesiánica, por muy modesta que sea en la realidad. En este caso, la Universidad de Chile tiene únicamente un objetivo en mente, que no es otro que tener su codiciado estadio. A este paso, será el equipo de segunda división con las instalaciones más espectaculares del fútbol chileno, a costa de haber sembrado una generación de jugadores mediocres por donde quiera que miremos.

 

Prensa

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